jueves, 14 de mayo de 2009

Tristeza

Estoy triste. Desde que me he levantado. Me he despertado muy triste, he ido triste en el autobís, he llegado triste a clase, me ha entrado el bajón, he comido triste, he entrenado triste, y he vuelto a casa triste. Y en los días tristes piensas en el pasado y en lo que echas en falta.
Como levantarte por las mañanas y saludar con un "Good Morning! Did you sleep well?", o coger un bus de los del tio Pep hasta el cole mientras revisas qué llevas hoy en tu tapper de 3 kg, o entrar a clase a las ocho de la mañana y dormir hasta las nueve sin que el profesor se dé cuenta, salir a almorzar al césped que aún está mojado por la lluvia de esta mañana aunque realmente no te importa porque mola, comer a la una, cenar a las seis, salir de clase media hora antes para pirarte corriendo a currar, llegar a las doce a casa y que te esperen despiertos, recenar una hamburguesa mientras te tragas el reality-show del momento al que llaman Failte towers o algo parecido, beber té caliente a todas horas, que tus hermanitos jueguen contigo y vengan a buscarte cuando quieren que les leas un cuento, que te pregunten cosas y que se extrañen porque les hablas "como a los caballos", llegar después de un largo día y ponerte con el libro de CTM a estudiarte seis temas para el examen de mañana, quedarte toda la noche sin dormir pero sabiendo que hay alguien más despierto y que le puedes llamar cuando no lo soportes más y que llegue el día siguiente y no hayas dormido absolutamente nada y por eso desayunes un Red-bull y llegues hecha un manojo de nervios al examen, discutir con la profesora porque no quieres sonreir hoy, no almorzar y esquivarla para que no te suelte la bronca de siempre, llegar a casa otra noche y tener una cama preciosa preparada en un habitación con moqueta con una super ventana en la pared de arriba y subirte al radiador para abrirla y que entre el aire, la brisa de la noche y sentirte así un poco más viva, y poder oler los colores y ver las estrellas, y sentir la energía de las piedras, y alabar al Monolito cada mañana, y que tu madre te cuente cuentos de manos, y que tu yaya se los invente para que pases la tarde sin pensar en que quieres estar en casa, o irte a dormir por la noche y seguir oyendo la tele en el comedor y a tus abuelos hablar hasta que caes rendida dejando uno de tus pies fuera de la cama para sentir el aire otra vez, o darle pataditas a tu hermana porque se está apropiando de tu parte de la cama, o ponerte a llorar porque en un ataque de rabia has roto tu ramita de árbol y ahora no vas a poder dibujar más con ella en la tierra, o subirte a los árboles para hacerte una foto, o bajar a la cueva a por una botella de leche, o tumbarte en el borde de unos acantilados porque si estás de pie el viento se te lleva, o llegar a casa después de clase y preguntarle a tu familia que qué significa "langar" y que te contesten con carcajadas mientras te preguntan si realmente esos son tus deberes y tu dices que si sin entender absolutamente nada. O también sentarte en el puerto y mirar el mar. O descender de prisa la calle principal del pueblo porque alguien te persigue y después descubrir que lo que realmente pasa es que no quieres volver a lo que se supone que es tu hogar, aunque si lo piensas estás mucho mejor aqui y no quieres irte por nada del mundo...

Y en los días tristes piensas en ello, aunque eso no va a ayudarte a estar menos triste, pero lo haces igualmente. Y hagas lo que hagas, no puedes dejar de estar triste. Y te entran bajones, lloras sin saber por qué, porque de verdad que no lo sabes, pero lloras. Sólo estás triste.
Te preguntas, te preguntan, por qué estás triste. Pero no puedes contestar a eso, no tienes la respuesta.
Y tristemente, te pones el pijama y escribes. Dejas de escribir y te vas a la cama, como un hábito, mecánicamente, solo que triste.

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