jueves, 6 de diciembre de 2012

Miedos nocturnos

No podía fiarse de ese mar. Era de aquellos que cambian de color, que golpean las rocas súbitamente con sus altas olas, que se llevan consigo almas de marineros que no vuelven jamás dejando tras de ellos un silencio profundo, un silencio maldito de fuerte olor a sal. Esa noche, era negro. Negro, devastador, parecía realmente enfadado, como si le hubiesen robado a su más grande amor. No podía fiarse de ese mar. "Parece estar en calma -pensaba sin siquiera dejarlo de mirar- pero en realidad lo que tiene son ganas de venirme a tragar." Así que decidió no acercarse del todo, sólo lo justo para tocar el agua con los dedos, para acariciar las suaves muertes de sus olas de espuma, para sentir el frío penetrando en sus venas, haciendo que dejara de pensar. El mar, el triste mar permitía olvidar. Pero justo esa noche, parecía gritar pidiendo su tributo. Y él, que siempre había defendido sus furias, decidió por un día no quedarse a observar.