sábado, 9 de mayo de 2009

Con María.

Todas las historias que contaba alguna vez sucedieron. Eran algo más que historias, eran vidas, eran fantasmas. Me fascinaba pensar que otras gentes pudieran haber vivido aquello muchos años atrás. En ocasiones, incluso sacaba algún objeto, algo clave en su relato que te hacía ver que éste ocurrió de verdad. Y me lo enseñaba. Yo lo cogía, lo tocaba, y me sorprendía a mi misma en la piel de esas personas. Personas a las que jamás pude haber conocido, muy anteriores a mí, viejos, decrépitos cuerpos enterrados bajo tierra, sepultados por el tiempo.


Cada día que pasa estoy más cansada. Cada día que pasa me gusta más este trabajo, y me sorprendo a mi misma, igual que María, en la piel de mi personaje. Averiguando cómo vivía, qué le pasaba, qué sentía... Reconstruyendo su día a día cual historiador. ¿Y sabéis qué? Me encanta. Me encanta pasarme horas y horas frente al ordenador, noches enteras sin dormir, mañanas de Sábado y tardes de Domingo, sólo para crear a mi niña. Y sí, es cierto que la he puteado un rato largo, pero aún así, ¿cómo no voy a tenerle cariño? Toda ella ha nacido de mi, toda su vida. Y a cada momento me siento más identificada con ella. Y sé que haga lo que haga en este momento, estaré orgullosa de su decisión.

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