jueves, 28 de enero de 2010

El mundo del teatro

Algunos días me doy cuenta de lo difícil que es esto, y entonces me vienen a la mente preguntas del tipo "¿Quién me mandará a mi meterme aquí?", o "¿Estoy haciendo lo correcto?", o "¿Merece la pena tanto sacrificio?". Creedme señores, que esto me pasa con frecuencia. Son muchas las inseguridades que nos creamos, y muchas las resistencias que oponemos cuando algo nos resulta complicado, nos cuesta. En ocasiones somos capaces de afrontarlas con un par, pero en otros momentos nos sentimos incapaces, frágiles y vulnerables. La cobardía se impone ante todo lo demás y nos bloqueamos. Y es una mierda. Es una mierda porque no estás agusto con lo que haces, y lo que antes era la mejor profesión del mundo se convierte en un tormento, en una lucha constante por salir a flote de nuestra propia tempestad.
Jodido, ¿no? Quizás os preguntéis por qué no abandono cuando me pasa esto, por qué decido seguir y "alargar el sufrimiento". Hay algo en este mundo a lo que llaman confianza. Se puede perder de vista la confianza en uno mismo, por supuesto, forma parte del aprendizaje. Pero si cuentas con alguien que te apoya, que está ahí día tras día, siguiendo tus pasos, haciendo que luches con garras y dientes por la causa, dándote aliento cuando realmente lo necesitas, y alimentando las ganas por seguir adelante..., es entonces cuando todo lo anterior deja de importarte. Porque sabes que vas a conseguirlo, que sí, estarás jodida unos días, te resistirás, te darás de hostias y te pegarás cabezazos contra la pared y todo lo que tu quieras. Pero la satisfacción de después, el poder decir "lo conseguí" o "lo estoy consiguiendo", el saber que todo el esfuerzo invertido, las noches sin dormir, los moratones, las agujetas y todas esas cosas han valido la pena, es algo que, yo, no cambio por nada.

Así que mañana voy a trabajar como una burra, y el fin de semana otro tanto de lo mismo. Y el lunes, con el taller, os vais a cagar.

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