viernes, 8 de enero de 2010

Qué bonito

Genial. Puedo calificar mi dia sólo con esa palabra (léase con tono irónico, por favor). Hoy tenía el día "libre". Eso significa que no tenía que ir a clase de teatro, pero que debía quedarme la mañana encerrada en casa investigando sobre la obra con la que vamos a empezar a trabajar. Bien, pues como no tenía que desplazarme podía quedarme una hora más durmiendo en mi cama, cosa que me hace bastante falta, sinceramente. Pues no, mi señora madre se ha encargado de levantarme con su maravillosa y elevada voz, a pleno chillido de "levántate y ayuda, que me tengo que ir". Pues mira, te levantas antes, que que yo no tenga que irme no significa que no tenga nada que hacer. Así que con la tontería de la ayuda me he pasado hasta las once recogiendo cosas y limpiando en casa. Magnífico.
A las doce menos cinco he salido hacia la biblioteca de la uni para sacar algunos libros, con tan buena suerte que el autobús que tenía que coger se he ido en mis narices. Pero bueno, he cogido el metro, he llegado, he sacado los libros, he ido con mis compis a un par de librerias a buscar uno de los que no hemos encontrado (y no estaba), y me he ido a clase de alemán, lo cual, la verdad, ha sido una auténtica pérdida de tiempo.
Esta tarde, ya en casa, he seguido buscando información sobre la obra en cuestión, y también me he puesto a buscar el famoso libro de Ghelderode, "Sortilegios". Pues después de llamar como a unas quince librerías de Valencia, muchas de ellas de libros viejos (éste es del 92), lo he encontrado. Como podeis imaginar, me he puesto a dar saltos de contenta, y tras asegurarme de que estaba en la biblioteca y estaba disponible, he ido en su busca.
Pues tócate los huevos, porque el libro no estaba. Aparecía como disponible en la base de datos, pero no estaba en su estante, y el hombre lo único que me ha dicho es que no podía hacer nada. Pues señor, vale, pero es su biblioteca, alguna manera tendrán de encontrarlo, ¿no? Y si no la tienen, ¡ahí que me voy a robar libros!
He vuelto a casa cabreada, y cuál ha sido mi sorpresa al descubrir que el supuesto colchón nuevo que hoy me traían no estaba abierto, pero el viejo se lo habían llevado. Y es que son tan hábiles que los han traido de 180 cm en vez de 190. Que mi somier es de 180, pero da igual, porque me voy a poner la habitación nueva dentro de poco (espero) y las camas que hacen son de 190. Así que a mi madre no se le ocurre otra cosa que ponerse a discutirme sobre las medidas de los diferentes modelos de camas que se fabrican. Qué quieres que te diga, ahora mismo esa una de las cosas que menos me importan en el mundo; acabo de llegar a casa, de mala leche, sin libro, sin haber hecho lo que tenía que hacer, y encima no hay nada para cenar porque no te has dignado a bajar a comprar confiando en que a mi me diera tiempo.
Pues mira, si no hay comida, no cenaré, y si no hay colchón, no dormiré. Total, no hay mejor forma de acabar este día.

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