domingo, 17 de junio de 2012

Fiebres del sábado noche


Amanece. Las gaviotas anuncian con sus cercanos gritos el principio de un día que está por comenzar. Camino hacia mi casa sin pensar, rechazando las voces que quieren atraparme entre sus cuerdas finas haciendo una maraña de ideas con mi mente. No sé cómo he podido tropezarme de nuevo con esa vieja piedra que prometí esquivar. Y he caído otra vez contra este frío suelo, pegándome de bruces con la realidad que hace que quede triste cuando intento taparla con capas de licor. Los vacíos que acechan no se ocultan con tal facilidad, por mucho que se intente. Pienso que quiero no pensar en ello, levantarme y seguir como si nada, pero como si nada ya no es algo posible. No queda más remedio que curar las heridas que el golpe ha abierto. Escuecen. Se curan con alcohol, del otro tipo. Y mientras cicatrizan, camino. Bajo junto a los coches que llevan rumbo fijo, que tiene dirección. Me guío por carteles, por calles que ya he visto, por colores, por tiendas, más bien por intuición. Miro y no veo nada, reconozco el dolor pero niego tenerlo. Parezco tonta, es cierto. Llego a mi calle y subo, voy subiendo la cuesta hasta llegar al fin a ese triste rincón que dice ser refugio de mis pasos. Escaleras, dos vueltas, bombillas apagadas que me niegan su luz, y mi nido marchito, esperando a que aparezcas tú.

sábado, 16 de junio de 2012

Quiche, pimienta, y un vestido de flores.


Sábado por la mañana. Ya ha pasado casi un año, y no consigo olvidarte. Me visto para ir a comprar. Hace calor, y me pongo ese vestido de flores que tanto te gustaba, ese que te permitía "ver el sol". Tu foto se ríe desde mi pared, me pregunto si debería quitarla... Camino sonriendo por la calle, recordando las compras tan estresantes en el Carrefour; trescientos euros son demasiados... Llego a casa tras una compra corta y aburrida. Me quito el vestido, no quiero que se manche. Me pongo lo primero que encuentro y me meto en la cocina. Esta noche toca cena, y quiche. Hace tiempo que no cocino una quiche. Saco la mostaza de la nevera, y pienso que se está acabando, y debería hacer un viaje a Alemania para comprar más. Sería un buen plan, también se me acaba el Jägermeister. Mierda, no recuerdo cuántos huevos se ponían... Sigo pensando en el verano. Nada ha vuelto ha ser igual desde entonces; me miro, y ya no soy la misma. Me has cambiado. Vale, me he pasado con la pimienta. A ti te gustaba con mucha pimienta, pero no al resto de la humanidad. Habrá que solucionarlo. Haré dos quiches. El mes que viene Lena y Teresa estarán aquí. Será un buen mes, aunque no pueda correr, ni saltar vallas, ni jugar a la petanca... Será un buen y caluroso mes, dudo que llueva. Pero podemos coger autobuses a las dos de la mañana y andar una hora más hasta llegar a casa. O hacer autostop y que nos regalen vodka. O besar motociclistas, qué más da. No creo que el beso de uno de ellos nos salve a ninguna. Buscaremos un lugar desde donde ver las estrellas. No será un campo de trigo recién cortado, o tal vez sí. Pasearemos en bici. Jugaremos al Jungle Speed. No podremos esconder colchones, pero ya encontraremos una alternativa. La quiche está terminada. Y Agosto aún está libre. ¿Y si me voy en Agosto? ¿Campo de trabajo en Agosto? Creo que estoy intentado sustituirte. Pero tu olor no se me va. Hueles a libertad, a alegría, a vida... Tu olor no se me va por mucho que me lave con otros cuerpos. Sigues ahí. Pero no estás. Me pregunto si piensas en mí alguna vez, si mi foto sonríe en algún lugar de tu vida. Pero la quiche ya está lista. Si no la saco del horno se va a quemar.

domingo, 10 de junio de 2012

"Seize the day."


Since the moment I heard those words, I've tried to follow them. I've been doing a lot of things, learning different languages, practising new sports, travelling the world, meeting new people... But is now, after what has probably been the hardest year of my life, that I realize what they really mean.
Seize the day does not involve doing loads of stuff; it means "the stuff you do, do it properly". It means that every little action in your life has to be worth. It means to enjoy every second from every day that comes. It means that you can enjoy all that happens in life with all your senses.
So, from now on, I'll try to really do that.

domingo, 3 de junio de 2012

Esa energía positiva que te invade cuando te das cuenta de que hay ante ti un sinfin de posibilidades.
Hoy va a ser un gran día.
:)

martes, 29 de mayo de 2012


Veo ante mi esa cómoda cama que me hace soñar los sueños más grandes, aquella en la que me refugio cuando quiero huir, ese rincón cómodo y blando en el que reposar unos cansados músculos y una ajetreada mente.
Veo ante mí esa cama vacía, esa misma que desearía que engendrase pasiones y locuras, esa que quiero llenar de vida pero que sólo alberga sufrimientos tristes y oscuros que me asaltan noche tras noche, y de los que me despierto sola, asustada, triste...
Veo ante mí ese nido de miedos que debiera ser nido de infinitos recuerdos...

domingo, 22 de abril de 2012

Regalos de la vida


Aprendí algo este verano. Algo que ha cambiado mi vida de una forma agresiva. Algo que no puedo hacer ahora. 

En Junio del año pasado, una amiga mía de París estaba buscando una persona para trabajar durante el verano coordinando un campo de trabajo. Era una trabajo de tres semanas, mas unos días de preparación del proyecto, mas el tiempo que te quisieras quedar después o antes. Un trabajo absolutamente voluntario, cubriendo únicamente los gastos de desplazamiento hasta el lugar del proyecto. Yo tenía planes, estaba apuntada como voluntaria en otro campo, también de tres semanas, en Estonia, restaurando un molino de agua. Acababa de volver de Estonia de un campeonato de gimnasia, en Tartu. Recuerdo que los mosquitos hicieron un banquete conmigo, me entró alergia, y estuve muy contenta de volver a Barcelona. Pensar en volver durante tres semanas a trabajar en un río hacía que me volviera loca. Así que cuando mi amiga me lo dijo, no lo pensé dos veces y me puse en contacto con la asociación que organizaba el campo. Mi francés estaba lejos de ser bueno, pero podía comunicarme. Después de unos cuantos mails, y de pensarlo algunos días, compré mis billetes de avión para París. No tuve oportunidad de elegir proyecto, pero no me importó. Estaba ilusionada y a la vez asustada. Nunca antes había hecho de coordinadora, y me preocupaba tener bajo mi responsabilidad a 15 personas adultas (o en proceso). Pero fui hasta allá con todas las ganas y la energía que tenía.   

La historia es más larga, pero viene lo importante, la gran sorpresa que me llevé tras un més de convivencia.
Aprendí a compartir. A compartir lo material, a compartir mis sentimientos, a compartir mis experiencias. mis ideas. Y era hermoso. Era hermoso que nada más importara si no se compartía. ¿Qué más daba tener un trozo menos de comida, si podías dársela a otro con más hambre? ¿Qué más daba no tener tiempo para hacer las cosas que a ti te gustaban si podías compartir ese tiempo haciendo cosas que gustaban a todos? ¿Qué más daba no poder hablar si podías escuchar? Todo el mundo hacía lo mismo. Cada uno sacrificaba una pequeña parte de sus intereses, de sí mismo, para poder compartirla con los demás. Y entonces funcionaba. Había momentos de estrés, como en todas partes, pero alguien siempre ponía orden. Había momentos mágicos, en los que se hacía el silencio para escuchar lo que decía la naturaleza. Había lloros, había risas. No era una vida perfecta, la perfección no existe, y si lo hiciera sería aburrida. Pero era maravillosa.

Y ahora, tras unos cuantos meses... nada tiene sentido. La vuelta a la realidad es una dura caída. Y te das cuenta de que en esta ciudad tan grande, cada uno va a su bola. Y quieres compartir, pero no puedes, porque cuando lo intentas nadie te corresponde. Nadie quiere sacrificar nada por los otros, si quieres encajar, has de seguir el ritmo de los demás. Y es un ritmo que yo no puedo seguir, y no quiero seguir. Y me hace sentirme sola, desubicada, como si fuera de otro planeta por no aceptar las normas que se me dictan y querer ser fiel a ciertos principios. Como que la amistad es algo recíproco, en lo bueno y en lo malo; no funciona en una sola dirección.
Y resulta que de pronto, encuentro un sitio en el que soy aceptada, se me valora, y encajo con todas mis "rarezas". Porque todos son raros camuflados en una sociedad de locos. Raros que juegan con espadas a matarse pero que comparten mesa a la hora de cenar cada Jueves. Y me siento acogida, me siento en casa, me siento feliz. Y esta panda de raros, son la que hace que quiera quedarme en Barcelona al año que viene, y al otro, y unos cuantos más. Aunque los locos sean más y tenga ganas de marcharme ya.

miércoles, 18 de abril de 2012

A little step

Cuestan las palabras que nunca se han dicho. Son díficiles de pronunciar, aunque seas capaz de escribirlas, de pensarlas, de articular un discurso con ellas en tu cabeza... decirlas duele. Duelen hasta el punto de abrasar el alma, de bloquear el resto de cosas bellas que nos rodean. Es como si no quisieran salirsenos del pecho, lugar donde han anidado durante mucho tiempo, y, al intentar expulsarlas se aferraran con uñas y dientes a nuestras arterias, desgarrando todo aquello que encuentran a su paso. Y la garganta quema, y las lágrimas flluyen, y parece que todo tu mundo se derrumba en un instante. Pero al conseguirlo, al aliviar la presión del pecho, poco a poco vas volviendo a la normalidad. Y cuando consigues respirar pausadamente, tranquila, sientes el vacío que han dejado. Un vacío que podrá llenarse de nuevas y buenas experiencias, de las que acarician, de las que hacen surgir las lágrimas cuando las recuerdas de tanta belleza que encierran. Y cuando lloras así, todo tiene mucho más sentido.