miércoles, 18 de abril de 2012

A little step

Cuestan las palabras que nunca se han dicho. Son díficiles de pronunciar, aunque seas capaz de escribirlas, de pensarlas, de articular un discurso con ellas en tu cabeza... decirlas duele. Duelen hasta el punto de abrasar el alma, de bloquear el resto de cosas bellas que nos rodean. Es como si no quisieran salirsenos del pecho, lugar donde han anidado durante mucho tiempo, y, al intentar expulsarlas se aferraran con uñas y dientes a nuestras arterias, desgarrando todo aquello que encuentran a su paso. Y la garganta quema, y las lágrimas flluyen, y parece que todo tu mundo se derrumba en un instante. Pero al conseguirlo, al aliviar la presión del pecho, poco a poco vas volviendo a la normalidad. Y cuando consigues respirar pausadamente, tranquila, sientes el vacío que han dejado. Un vacío que podrá llenarse de nuevas y buenas experiencias, de las que acarician, de las que hacen surgir las lágrimas cuando las recuerdas de tanta belleza que encierran. Y cuando lloras así, todo tiene mucho más sentido.

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